domingo, 4 de diciembre de 2011

Milanesas de pollo [Otra crónica aburrida]

Las milanesas de pollo caseras las comía en la casa de mis abuelos, por parte de mamá, en ningún otro lado comía esta comida, ni en lo de mi mejor amigo, ni en lo de mis tíos, ni en mi casa.
Siempre que me quedaba a dormir era esa cena con alguna guarnición que podían ser papas fritas con huevo frito, puré, arroz o fideos con manteca.

Horas antes de comer, ayudaba a preparar la comida, siempre quería colaborar en todo, desde ponerle el pan rallado al pollo, hasta pasarlas por huevo.
Luego las cocinaba Esther -mi abuela-, y yo me encargaba de poner la mesa.
Después de almorzar, estaba la siesta, que era algo obligado para mí, aunque no me gustase para nada.
La única forma de convencerme para ir a acostarme era a cambio de una golosina.
Me iba a dormir con Ramón -mi abuelo-, mientras me comía el caramelo Sugus o el Palito de la Selva.
Una vez ya acostados, yo esperaba a que se durmiese, para luego, agarrar las zapatillas que estaban en el suelo y con mucho silencio irme hacia el comedor donde estaba mi abuela y quizás mi tío.

En épocas de verano siempre iba para allá. Me metía a la pileta de fribrocemento que tenían -y siguen teniendo-. Los días de semana eran muy aburridos porque Esther solamente se metía menos de una hora, y Roberto casi nunca, aunque sin él, la pasaba bien. Por otra parte, Ramón prefería quedarse en el comedor con el ventilador prendido y mientrar miraba Crónica TV a un volumen bastante alto.
Los fines de semana o algún feriado venían mis tíos, mis viejos y mi hermana a comer fideos caseros, ellos sí se metían a la piscina, y ahí sí que no me aburría.

Lorena -mi hermana-, nunca iba a la casa de ellos, siempre estaba ocupada yendo al colegio, a natación, a la casa de su novio o a inglés particular.
Mientras que mis otros primos ya eran grandes, una de 23 años y el otro de 27, por lo cual, yo era el único nieto que los visitaba casi todos los días.

Además de mis abuelos, también vivían -y vive- en la casa de ellos, Roberto, mi tío, soltero, de unos 40 años aproximadamente, sólo se dedicaba a atender el kiosco. Casi todos los días se despertaba con cara de orto y solía tratar mal a la gente, es por eso que las veces que iba, siempre quería evitar cruzarme con él.

La relación que tenía con mi abuelo era muy buena, veiamos juntos los partidos de Boca, me llevaba a la plaza que estaba a una cuadra de la casa de él, y lo acompañaba a hacer algún trámite con el Renault Regata que antes de sacarlo del garage, le cargaba la batería al auto.

Con mi abuela también me llevaba muy bien, aunque no tanto como con Ramón, si debía ir al médico de Capital, la seguía, lo mismo si ella iba a hacer los mandados, yo la acompañaba, especialmente si tenía que ir a la panadería, porque cada vez que me dirigía al local, me regalaban una tortita negra.

En lo de mis abuelos, yo era el rey, el nieto preferido, quería ver tal dibujo animado, lo ponian, tenía ganas de comer alguna golosina del negocio, la obtenía.
Hasta que fui creciendo y ese lugar privilegiado se lo fue quedando Nicolás -mi primo-, hasta que a él le sucedió lo mismo, y su lugar lo ocupó Micaela -hermana de Nico-.

Actualmente ya ni piso la casa de mi abuela, no por haber perdido ese rango del cual podía hacer lo que quería, sino más que nada por el fallecimiento de mi abuelo, por eso de a poco me fui alejando hasta sólo ir para el cumpleaños de mi abuela o de mi tío, y como mucho, por alguna reunión que se haga allá.

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