domingo, 4 de diciembre de 2011

Merlo tiene 244.168 habitantes según el INDEC del 2001, casi la misma cantidad que hay en la Polinesia Francesa. Pese a tener tantos habitantes, la ciudad es muy tranquila. Pero ese día, en la Avenida del Libertador las cosas ya no estan igual. .

Son las 14.30 y en las intersecciones de la Avenida y la calle Bolivar hay una camioneta de la Municipalidad cortando el tráfico, lo cual es muy raro debido a que en Merlo no suelen haber cortes de calle, se podría decir que es una ciudad casi perfecta, si no fuese por la inseguridad.

100 metros más adelante se puede observar mucha gente intentando mirar algo, y delante de todo el tumulto, se ve una persona ya fallecida cubierta por bolsas negras y verdes.

Una hora antes, Claudila Castilla, una jubilada de 71 años, y su esposo, un suboficial retirado del Ejército Argentino de 81 años, cruzaron la calle, cuando de pronto, el colectivo de la linea 506, conducido por Daniel Basán de 56 años, atropella a la mujer falleciéndola. Daniel se frena debido a los gritos de los pasajeros, y al instante se baja del colectivo, de repente, viene el viudo saca su Doberman, un revolver calibre .32, y le dispara en el pecho, dejándolo tirado en el suelo, la gente que estaba al rededor, no hacía nada, solamente miraba como si fuese una obra de teatro en vivo.

Al ex militar se lo llevan a pie a la comisaria, debido a que esta está ubicada a menos de 30 metros del lugar del hecho, mientras que el chofer es llevado en una ambulancia, por otra parte, la mujer sigue en el suelo, tapada con las bolsas, rodeada por no más de dos o tres policias y por unas bandas de color rojiblanco que dicen PELIGRO.

De a poco la gente se va acercando queriendo ver qué sucede, quizá esperando a que las bolsas se vuelen para poder ver el cadaver.
En el lugar hay un gran silencio, aunque se escuchan algunos murmullos como: “¿Qué le pasó?” “Fue un robo, le quizo afanar a la golosinera de en frente y le pegaron un tiro, y bien merecido lo tiene”.

En dos horas más tarde ya se llevarán el cadáver, la camioneta que estaba cortando el tránsito va a ser retirada, y se abrirá el tránsito. Llegará un único móvil de América TV, siendo este el único medio de televisión que se hace presente en el lugar, intentando conseguir algún testimonio, pero la gente que estaba en el lugar, ya se había ido, a excepción de los comerciantes.

Ocho días más tarde, el colectivero fallecería a causa de un paro cardiorrespiratorio tras complicarse su situación clínica en el Hospital Eva Perón, un hospital en el cual podés acceder a la zona de Terapia Intensiva, tan sólo abriendo dos puertas y sin que nadie te pregunte: “¿Usted es familiar del paciente?”.

El viudo quedará en libertad, pero después del fallecimiento del chofer pasará a estar en prisión domiciliaria. Se le cambiará la carátula del caso de lesiones graves con arma de fuego atenuado por emoción violenta a Homicidio.

Una crónica cervecera

El ascenso tan esperado
Vamos Quilmes, vamos. Hoy se nos da”, dice un hincha muy emocionado que llama a la FMQ (FM Quilmes), porque hoy, Quilmes puede hacer historia.
El equipo conducido por Jorge Ghiso, con sólo empatar el partido frente a Belgrano, equipo cordobés que le ganó las últimas tres veces que enfrentó a Quilmes, obtiene el segundo ascenso a la Primera División del fútbol argentino. Es por eso que el barrio, desde temprano, se llena de gente, con camperas azules pertenecientes al equipo cervecero y algún que otro se aguanta el frio y se pone sólo la camiseta del club.


Aún faltan tres horas para que empiece, el 98 (colectivo que va de Once a Quilmes) está repleto de hinchas, que algunos creen que hoy se da, que el partido no se les va a escapar de las manos, mientras que otros prefieren no pensar en nada, que sólo pase rápido el tiempo y escuchar el pitido final de Saul Laberni, para que Quilmes esté donde merece estar, según opinan los hinchas cerveceros.


Varios son los hinchas que salieron el viernes a la noche y siguieron de largo para ir a la cancha o que durmieron una mínima siesta de dos o tres horas, mientras que otros decidieron no salir y hacer lo posible para dormir, aunque, se les habrá complicado por la ansiedad que uno puede sentir al tener la posibilidad de ver a su club ascender a Primera.


El Estadio Centenario Doctor José Luis Meiszner está repleto, se abrieron la parte local y visitante para que el público cervecero llene la cancha y pueda festejar el ascenso que lo tiene casi asegurado.
Hay tres controles policiales, en uno te miran con asco y te dejan pasar y en los otros dos te cachean, en uno tus bolsillos y en el otro la mochila y las banderas que los hinchas llevan. Mientras que los Kilmes (barra brava cervecera) pasan como si nada, sin ningún tipo de cacheo y sin que les pidan las entradas.


Empezó el partido, los Kilmes y sus hinchas cantan: “Quilmes va a volver, a volver, a volver”. Son de las pocas veces que el cántico tiene razón, no como cuando es una tercera fecha cantan “Vamo' vamo' Cervece' hoy te vinimo' a alentar para ser campeón hoy hay que ganar”.


Salen los jugadores cerveceros a un campo de juego en muy buenas condiciones, que dos horas después estará en pésimas condiciones por los festejos de los jugadores y de algunos hinchas que se metieron al estadio, y a la vez, por alto parlante los anuncian, son muchos los aplausos, pero más aun cuando nombran a Emanuel Trípodi y al Chino Caneo, dos grandes responsables de que Quilmes haya llegado a estar segundo en la tabla de posiciones y estar ahí no más de ascender.


Ni bien empieza el partido, un gracioso le grita al árbitro: “Terminalo juez, ya es la hora”.


Los nervios están presentes, por momentos se nota por el silencio que a veces hay en la cancha, si Quilmes pierde, depende tres resultados, por eso, en el entretiempo, se puede escuchar a los hinchas sin radio, preguntarle a los hinchas con radio de cómo van los otros tres partidos.


Minuto 92, última jugada, y una de las pocas interentes del partido, contrataque del equipo pirata, centro del mediocampista, cabesea el delantero, el arquero cervecero, Emanuel Trípodi, no llega a sacarla, los corazones de todos los que están presentes se detienen, la pelota pega en el palo y sale a medio metro del arco.


Laberni termina el partido, son varios los hinchas cerveceros que lloran de la emoción, que todavía no lo pueden creer, algunos cantan de la emoción, algunos festejan, algunos se abrazan, sin conocerse, sin saber si son kirchneristas o son de la oposición, si son judios, cristianos o ateo, pero eso no importa, lo importante es que comparten el mismo amor por su club, y que su club, Quilmes, volvió a la A.

[Asco de Crónica] Fideos Caseros

Fideos caseros
Era la pasta que se amasaba a partir de las 9 de la mañana. A veces se juntaba toda la familia o a veces algunos pocos, se podía amasar para 20 como para cinco.
Esto era algo que lo empezó mi bisabuela, siguiendo por Esther -abuela-, para luego seguir por mi madre, para más tarde proseguir por mi hermana, aunque ella todavía no comenzó con esta tradición familiar.
Desde que tengo memoria que nos juntábamos todos los domingos al mediodía en la casa de mi abuela, nunca se cambiaba la ubicación.
Ver cómo se hacían estos fideos parecían muy fácil, pero hacerlo no. En lo único que podía ayudar era en poner la mesa y en girar el mango de la Pastalinda para estirar la masa, y luego, para cortarla y que queden ya preparados los fideos.

Esther
Ella siempre se dedicó a la cocina y a tener su huerta llena de verduras y frutas tales como la lechuga, el tomate, el ají, el higo, la cebolla, la papa y la batata, entre otras.
Todos los domingos se despertaba a las 6 de la madrugada, preparaba la masa, luego se iba a la panadería a comprar facturas para el mate de la tarde y luego esperaba a que viniera la familia.
Sus mejores comidas fueron -y lo siguen siendo- la pascualina, los canelones con salsa blanca y los fideos caseros.

Fórmula 1
Siempre era algo inevitable que en la televisión no esté sintonizada la Fórmula 1, podía ser en vivo si se corría en Brasil, Canadá o Estados Unidos, o en diferido si se disputaba en otra parte del mundo. Luego sí, una vez finalizada el Gran Premio se apagaba el televisor, a menos que juegue Boca, ahí, quedaba la tv prendida y con un volumen un poco alto.

El postre
Luego de las pastas se venía el postre, en verano solía ser helado, pero en las otras estaciones era flan casero, el problema estaba en que a mí no me gustaba, ni me gusta el flan casero, aunque, por suerte, mi abuelo tenía kiosco, así que, mi sobremesa eran las golosinas.

La Siesta
Era ese momento entre el postre y el mate, de pronto, mi abuelo se levantaba, saludaba uno por uno como si se estaría por ir a algún lado en particular, pero no, sólo se iba a dormir.
Dicho descanso era obligado para cualquier menor de diez años, por lo cual, yo estaba obligado a descansar. A mí, no me gustaba para nada, la única forma de convencerme era a cambio de una golosina. Me iba a dormir con Ramón -mi abuelo-, mientras me comía el Sugus o el Palito de la Selva, esperaba a que se durmiese, para luego, agarrar las zapatillas que estaban en el suelo y con mucho silencio irme hacia el comedor donde estaban todos.

Cumpleaños
Cuando se festejaba el cumpleaños, ahí si se cambiaba la reunión que era acompañada por pastas y pasaba a ser el asado el plato principal. Mientras que en Navidad y Año Nuevo no estaban los fideos, pero estaban las típicas comidas festivas como la lengua, el matambre, el lechón, el arrollado y el vitel toné, entre otras.

Pileta
Siempre en verano, antes de la comida, y luego del postre, era meterse a la pileta de fibrocemento, que cuando era chico me parecía profunda, pero ahora como mucho me tapa hasta la altura de las costillas.

Peleas
De a poco, la familia se fue peleando, por dinero, por mal entendidos o por cosas insignificantes. Y, con el tiempo cada vez eran menos los que se juntaban a comer esos preciados fideos, a tal punto que, ahora, ya nadie se junta todos los domingos, como mucho para los cumpleaños, aunque ahora se cambiaron las pastas por el asado y, ya no todos nos juntamos, ya sea por fallecimientos o por distanciamientos.

Milanesas de pollo [Otra crónica aburrida]

Las milanesas de pollo caseras las comía en la casa de mis abuelos, por parte de mamá, en ningún otro lado comía esta comida, ni en lo de mi mejor amigo, ni en lo de mis tíos, ni en mi casa.
Siempre que me quedaba a dormir era esa cena con alguna guarnición que podían ser papas fritas con huevo frito, puré, arroz o fideos con manteca.

Horas antes de comer, ayudaba a preparar la comida, siempre quería colaborar en todo, desde ponerle el pan rallado al pollo, hasta pasarlas por huevo.
Luego las cocinaba Esther -mi abuela-, y yo me encargaba de poner la mesa.
Después de almorzar, estaba la siesta, que era algo obligado para mí, aunque no me gustase para nada.
La única forma de convencerme para ir a acostarme era a cambio de una golosina.
Me iba a dormir con Ramón -mi abuelo-, mientras me comía el caramelo Sugus o el Palito de la Selva.
Una vez ya acostados, yo esperaba a que se durmiese, para luego, agarrar las zapatillas que estaban en el suelo y con mucho silencio irme hacia el comedor donde estaba mi abuela y quizás mi tío.

En épocas de verano siempre iba para allá. Me metía a la pileta de fribrocemento que tenían -y siguen teniendo-. Los días de semana eran muy aburridos porque Esther solamente se metía menos de una hora, y Roberto casi nunca, aunque sin él, la pasaba bien. Por otra parte, Ramón prefería quedarse en el comedor con el ventilador prendido y mientrar miraba Crónica TV a un volumen bastante alto.
Los fines de semana o algún feriado venían mis tíos, mis viejos y mi hermana a comer fideos caseros, ellos sí se metían a la piscina, y ahí sí que no me aburría.

Lorena -mi hermana-, nunca iba a la casa de ellos, siempre estaba ocupada yendo al colegio, a natación, a la casa de su novio o a inglés particular.
Mientras que mis otros primos ya eran grandes, una de 23 años y el otro de 27, por lo cual, yo era el único nieto que los visitaba casi todos los días.

Además de mis abuelos, también vivían -y vive- en la casa de ellos, Roberto, mi tío, soltero, de unos 40 años aproximadamente, sólo se dedicaba a atender el kiosco. Casi todos los días se despertaba con cara de orto y solía tratar mal a la gente, es por eso que las veces que iba, siempre quería evitar cruzarme con él.

La relación que tenía con mi abuelo era muy buena, veiamos juntos los partidos de Boca, me llevaba a la plaza que estaba a una cuadra de la casa de él, y lo acompañaba a hacer algún trámite con el Renault Regata que antes de sacarlo del garage, le cargaba la batería al auto.

Con mi abuela también me llevaba muy bien, aunque no tanto como con Ramón, si debía ir al médico de Capital, la seguía, lo mismo si ella iba a hacer los mandados, yo la acompañaba, especialmente si tenía que ir a la panadería, porque cada vez que me dirigía al local, me regalaban una tortita negra.

En lo de mis abuelos, yo era el rey, el nieto preferido, quería ver tal dibujo animado, lo ponian, tenía ganas de comer alguna golosina del negocio, la obtenía.
Hasta que fui creciendo y ese lugar privilegiado se lo fue quedando Nicolás -mi primo-, hasta que a él le sucedió lo mismo, y su lugar lo ocupó Micaela -hermana de Nico-.

Actualmente ya ni piso la casa de mi abuela, no por haber perdido ese rango del cual podía hacer lo que quería, sino más que nada por el fallecimiento de mi abuelo, por eso de a poco me fui alejando hasta sólo ir para el cumpleaños de mi abuela o de mi tío, y como mucho, por alguna reunión que se haga allá.